lunes, 30 de abril de 2007

CONFLICTOS PERSONALES


(Publicado en La Opinión A Coruña)

LOS POLOS IGUALES

Rodri Suárez

Al fútbol le gusta picotear. Un poquito de aquí y un algo de allá. Tiene su faceta psicológica, sociológica y hasta filosófica. Por supuesto, también la política y la economía disponen de amplios espacios en el mundo del balón. Menos especificado está el vínculo con la electrónica. Sin embargo, uno de los dichos fundamentales de ésta resulta imprescindible para comprender lo que ocurre en algunos vestuarios. Se trata de aquella que indica que “los polos opuestos se atraen; los polos iguales se rechazan”. La segunda frase explica el porqué de que hoy Lionel Scaloni triunfe en el Racing y se enfrente al Dépor, donde por lógica debería aún lucir el brazalete de capitán.

El verano de 2005 fue tiempo de nuevas esperanzas para el conjunto blanquiazul. La ilusión era tanta que el anunciado trauma derivado de la marcha de Fran y Mauro Silva (después también Irureta) parecía una exageración de periodistas sentimentales. La dejadez y la rutina con la que había acabado la anterior temporada dejaba paso a una reactivación anímica monumental que ofrecía sus primeros resultados relevantes en Intertoto, ante un rival de empaque como el Newcastle británico. Ya se hablaba del efecto Caparrós. El plantel ofrecía una nueva unidad que se reflejaba también en el campo. Quizá en aquella eliminatoria contra las urracas y en la ida ante el Olympique fueron las únicas ocasiones en las que se vio el Dépor que deseaba el utrerano. Sin mucho toque pero de fútbol vertiginoso, ofensivo y muy contundente a la hora de defenderse. Poco artístico pero para nada aburrido. Y con una agresividad importante. Se demostró en un par de grescas ante Shearer y compañía. El equipo se hacía respetar como nunca. Desaparecía de un plumazo uno de los pocos defectos del mandato de Jabo: la falta de sangre táctica. Todo apuntaba bien. Y la plantilla lo disfrutaba. Los vuelos anárquicos e indiferentes de antaño eran sustituidos por fiestas a miles de metros de altura, con la cumbia argentina siendo coreada desde los asientos, para asombro e interés de acompañantes y azafatas. La procedencia de la elección sonora no era casual. Los suramericanos, con esa cultura de comunidad, pillería y orgullo que arrastran, parecían destinados a liderar la nave blanquiazul. Por algo se estrenaba Scaloni, el más pasional de todos ellos, en la capitanía. El portador del brazalete no dudaba en exteriorizar su gozo. Por fin parecía que alguien le entendía. Era Joaquín Caparrós. Un polo igual a él. Pero la norma de la electricidad no tardó en aplicarse y lo que parecía una ventaja se convirtió en una condena.

El carácter de Scaloni y el del técnico no tardaron en chocar. A pesar de la indudable valía futbolística del argentino para una propuesta como la del andaluz, el celo del banquillo por mantener su liderazgo rompió la conexión y terminó con Leo cedido en el West Ham y después liberado por el club junto a Tristán, aunque la razones de rendimiento que existían con el delantero no se correspondían con las del ex capitán, que fichó por el Racing, a donde llegó en la frontera del cierre del plazo y tardó en entrar en acción. Al final, se hizo con un puesto. Y según la mayoría de los analistas cántabros, su aportación en el centro del campo es una de las claves que mantiene al equipo de Miguel Ángel Portugal cerca de la UEFA. Mientras, el Dépor no encuentra una línea medular fija y paga su falta de carácter en partidos básicos como el derbi o las semifinales de Copa. Si, como parece, los entrenadores toman nota de todo, semeja evidente que este caso debería obligarles a reflexionar e imponer una asignatura de electrónica en el curso que concede el título. Así podrían aprender los trucos que permiten la normal convivencia de dos polos iguales.

sábado, 28 de abril de 2007

LO QUE NO SALE EN LA TELE


En esta época de dictaduras estéticas un joven triunfador siempre va a tener prioridad sobre un viejo campeón resistente. Poco importa que el niño en cuestión viva en una burbuja y presente los peores síntomas del insoportable mimado; si es guapo, rico y ganador será ídolo popular por decreto y gozará de una asfixiante presencia mediática. Fernando Alonso y Rafael Nadal son los referentes actuales de este agraciado y endiosado sector. No todos corren esa suerte (con innegable mérito deportivo) otorgada a dedo. Javier Castillejo ronda los cuarenta años. Es boxeador, la disciplina más dura de todas las olímpicas. Cuando el tenista balear o el piloto asturiano eran un proyecto de vida él ya estaba en la elite. Y ha aguantado ahí luchando contra los elementos. Un ejemplo. Hoy pelea en Alemania para defender su título del mundo del peso medio. Pero ni una sola televisión de las decenas que hay en el estado español ofrecerá en directo su combate. Su mérito no es televisivo según las creencias de los que mandan. Es 'viejo' y no suda chispitas de Rolex. Su deporte es símbolo de barrio. Por lo tanto, no interesa. La vara de medir no es la misma para todos. Las diferencias de clase son ahora de imagen. El mundo se divide entre los que salen en la tele y los que no. Y los dueños de ese filtro siempre ejercen en base al derecho de los poderosos, no a criterios reales. Contra las quejas siempre contestan tachando al rumor discrepante de palabrería antigua de héroe proletario. Dicen que es demagogia. La palabra que usan para tapar la injusticia.

viernes, 27 de abril de 2007

FAMILIAS VARIADAS

(Publicado ayer en La Opinión A Coruña)

CAMBIOS DE JEFE

Rodri Suárez

No siempre se corresponde el calado simbólico de una noticia con el espacio que ocupa. Sucede eso porque es más lo que hacen pensar que lo que tienen que contar. Por ejemplo, ayer se supo que una familia de Gijón ha pedido a su Gobierno autonómico que se haga cargo de la custodia de su hija adolescente porque: “No podemos con ella”. O sea, que el desgarro ha alcanzado límites que rompen el sagrado cariño que, supuestamente, otorga el vínculo de sangre. Es un dato importante. Cambian los tiempos y a su par varían conceptos que antes parecían inamovibles, como por ejemplo los lazos y las formas familiares. Los ataduras que imponían las costumbres clásicas (normalmente dictadas por la religión) tienden a soltarse. Ahora y con total normalidad se asumen los matrimonios del mismo sexo, las parejas separadas y, por lo que se ve, también comienzan a darse los divorcios de hijos. Los sentimientos ya no son obligación ni losas eternas, sino frutos que se ganan. Es toda una revolución. Para digerirla mejor, muchos se escudan en que todavía queda un territorio libre de vaivenes, un lugar que no se puede entender sin fidelidad a prueba de bombas: el fútbol. Ellos son los que afirman en cualquier momento eso de que “se puede cambiar de mujer o de partido político; pero de equipo nunca”. Sin embargo, ni siquiera eso es verdad ya.

Por ahora aún son pocos los que atreven a mudar de escudo futbolero. El tema está en manos de arriesgados precursores, como pasa con el asunto de los padres de Gijón. Es lo lógico porque la apuesta parece arriesgada y muy dudosa. Pero por Inglaterra ya se han dado casos. Cuando el Manchester United cayó en las manos de Glazer, unos seguidores contrarios al desembarco ajeno disintieron creando un nuevo equipo que preservara los valores que creían que se iban a perder. Se equivocaron porque si hay un club en la elite fiel a su identidad ese es el United, pero la intención era muy loable. Como lo son las quejas de viejos y minoritarios seguidores del Chelsea, a los que el lujo no ciega y protestan, amenazando con desertar, contra la falta de conexión (en lo sentimental y en el estilo de juego) que sienten con el club desde la irrupción de Abrahmovic.

Una vez conseguidos los objetivos mínimos, el Dépor juega ahora el partido de su futuro. Con la etapa de Lendoiro sugiriendo el cierre, se abren los frentes de su final digno y sobre todo del porvenir. A partir de junio, el club puede quedar en manos de cualquier inversor con posibles. Se rumorea que fuera de Galicia hay los interesados que aquí escasean. Peligroso, porque un Piterman puede liquidar ese emblema centenario que es el Dépor. Si ocurriera, algunos acabarían planteándose el cambio de equipo, muy a su pesar. Pero ¿realmente no hay nadie en A Coruña con capacidad económica y sentimiento para hacerse cargo y conservar los valores de un símbolo como el Deportivo?

lunes, 23 de abril de 2007

DÍA DEL LIBRO


Un partido del pasional y violento fútbol suramericano es mucho más fácil de entender si antes se ha leído a Eduardo Galeano.

Para acceder a la real, peligrosa e histórica enemistad entre Celtic y Rangers de Glasgow nada mejor que devorar 'El Mundo en un Balón' de Franklin Foer.

Quien quiera comprender lo mucho que afecta la pasión por un club en la vida de un treintañero está obligado a compartir su tiempo con el mítico 'Fever Pitch' de Nick Hornby.

Las razones que, en su mejor versión, han convertido el fútbol en una válvula de rebeldía vital harán reír y llorar a cualquiera que se interne con cariño por las líneas del '19 de Diciembre de 1971' de Roberto Fontanarrosa.

Ayer hubo fútbol. O eso dicen. Porque el bodrio sigue instalado, por ejemplo, en Riazor. Menos mal que muchas veces la vida es mejor leerla. Sea o no sea, como hoy, día del libro.

domingo, 22 de abril de 2007

OSASUNA ETA ZORTEA

(Publicado hoy en La Opinión A Coruña)

NI SUERTE NI SALUD

Rodri Suárez

Los entrenadores son la clase baja del paraíso. Trabajan en el ámbito millonario y repleto de comodidades que es el fútbol y se benefician de ello como el que más, sin embargo conforman el eslabón más frágil de la cadena. Prisas, vagancias y celos ajenos suelen dejarlos a merced de la corriente al mínimo tropiezo. El técnico vive condenado a ser siempre el primer perjudicado, su naturaleza es de por sí sospechosa, su destino natural se llama adiós. Quizá por eso la mayoría de ellos asumen su elección profesional como una manera de sobrellevar una enfermiza manía. "Tenemos un punto de adictos a este trabajo", decía Irureta en alguno de los pocos ratos libres que le dejaba una existencia llena de libretas anotadas, vídeos de análisis y estudio de la actualidad. El sino del entrenador y sus trastornos obsesivos.

Tanta presión puede desquiciar y resultar peligrosa sobre todo para aquellos que ya traen la aceleración de serie. El pasado jueves, después del estrepitoso fracaso ante el Sevilla, Joaquín Caparrós reconocía haber tenido que ingerir un tranquilizante en el vestuario. Intentaba así mitigar su extremo enfado. No lo consiguió en vista del incidente en el que se vio envuelto cuando unos aficionados le increparon a la salida del estadio. Feo asunto.Que nadie olvide que los ansiolíticos son medicamentos, lo que demuestra que el problema del utrerano ya ronda terrenos vitales. El proyecto malogrado está afectando a su salud. Y precisamente ese horizonte, el de la salud, es el que deseaba para sí mismo hace un año. Pero un contrato y el empeño de Lendoiro frustraron sus intenciones. Por eso hoy dirigirá al Dépor ante Osasuna y no al revés.
Los navarros viven tiempos que hacen buena la euskaldún denominación del club. Osasuna significa "la salud" en el viejo idioma norteño. Disfrutan de ella, por lo menos más que Caparrós, el que habían elegido como técnico para esta campaña antes de que Lendoiro frenase la operación en base a promesas y papeles firmados. El sevillano permaneció en A Coruña y fue Cuco Ziganda el elegido para suplir al Vasco Aguirre. Empezó con mal pie al ser eliminado en la previa de Champions, pero ahora disfruta de una tranquila posición liguera y una exitosa trayectoria en la Copa de la UEFA, donde ha alcanzado las semifinales. Seguramente, allí Caparrós no necesitaría pastillas con las que serenar el ánimo.

Pero al todavía entrenador del Deportivo no sólo le falla osasuna (la salud) sino también zortea (la suerte). Llegó a su amado Sevilla en el peor momento de una crisis que había enviado la entidad a Segunda. Lo saneó y condujo hasta Europa para que fuera Juande Ramos el que disfrutara de las alturas. Entonces recaló ilusionado en un Dépor que por entonces sólo amagaba con el bache. Durante sus dos años en el banquillo de Riazor, el flirteo se ha convertido en realidad, llevadera (la categoría está asegurada) pero dolorosa. Por encima, la constatación de las inmensas limitaciones blanquiazules se produjo el jueves ante el que fue su equipo. Y para rematar el infortunio, el siguiente y triste partido lo tendrá que disputar ante la que estuvo a punto de ser su plantilla. Normal que se resienta la salud. Toca reposo.

viernes, 20 de abril de 2007

LA GRACIOSA CONSTRUCCIÓN DEL RODILLO

(Publicado ayer en La Opinión A Coruña)

EL QUE RÍE ÚLTIMO

Rodri Suárez

El Superdépor no fue el único fenómeno novedoso que vivió el fútbol español en la primera mitad de los años noventa. Aquellos tiempos también estuvieron marcados por el desembarco de las televisiones privadas, que trajeron consigo dinero, descodificadores y... burlas. La larga etapa monolítica del Estudio Estadio dejó paso a un variado cultivo visual que incluyó también el humor en su versión más irreverente. La parodia televisiva era hasta entonces un campo reservado a políticos y cantantes, pero la diversidad de ofertas amplió el abanico hasta los rectángulos de juego. De repente, jugadores, entrenadores y directivos se vieron caricaturizados sin piedad a manos de diversos humoristas, con unos llegados de Cataluña al mando de la tendencia. Los lideraba Alfonso Arús y triunfaban en radio por las mañanas y en televisión los lunes por la noche, en un programa que llamaban Al Ataque. Revolucionario en su tiempo (y germen involuntario de alguno de los elementos freaks que después capitalizaron la telebasura) por él aparecían el venerable anciano Di Stéfano convertido en un pelele de chándal que repetía la coletilla “la, la”; Jesús Gil vestido de tragón insaciable en busca de “piulpo” si su próximo rival era gallego y muchos más, la mayoría sobradamente populares. Con una excepción. En medio de tanto nombre ilustre se hizo un hueco el que por entonces era el portero suplente del Sevilla. Un anónimo llamado Ramón Rodríguez aunque conocido como Monchi. Los imitadores (en base a un desliz aislado) la tomaron con él dibujándolo como un pobre ignorante de feria que aún por encima se consideraba a sí mismo como una eminencia. Las parodias eran demoledoras y a veces descacharrantes. Sin embargo, tenían poca visión de futuro. En la actualidad, aquel desgraciado portero de banquillo es uno de los más valorados secretarios técnicos del fútbol mundial y además el auténtico constructor del mejor equipo de 2006, el Sevilla, ese en el que nunca logró ser titular pero que ahora dirige desde los despachos hacia un histórico triplete que pasa hoy por su choque de Copa ante el Dépor.

No debía ser tan inútil Monchi en su época de jugador. Por lo menos, demostrado está que de fútbol cogió recortes. Su sensacional ojo para los fichajes en base a los míticos conceptos de “bueno, bonito y barato” han resultado fundamentales para que, junto a la valentía y el trabajo con la cantera, los hispalenses resurgieran desde su monumental crisis de 2000 hasta el dulce instante que atraviesan ahora. Caparrós, adversario esta noche, también tuvo mucho que ver en la ejemplar remontada. Ambos mantienen todavía una estrecha relación que también comparte nombres de mercado, como se vio el pasado verano con Cobeño, prometedor guardameta por el que pujaron Dépor y Sevilla y que acabó en el Pizjuán.

No se entiende la gran trayectoria del equipo de Juande sin la profundidad de plantel que le permite luchar en tres frentes ni esa plantilla sin el ojo clínico de Monchi. Alves, Poulsen, Palop o Kanouté son algunos de los ejemplos que prueban la valía del ex portero reserva. También acumula gestiones menos brillantes (Makukula, Jesuli...), pero su peso es menor en comparación a los éxitos. Por algo, también ahora Monchi está en el punto de mira de los movimientos de mercado. El Valencia lo quiere en sus despachos a partir de junio para suplir al incendiario Carboni. No está nada mal para haber sido una diana. Pero de guiñol ha pasado a referente, incluso para el Deportivo. Lendoiro sueña con trasladar a A Coruña las soluciones que hicieron resurgir al Sevilla. Como Monchi, quiere ser el que ríe el último, el que ríe mejor. Es un deseo. Y también una necesidad.

(El Sevilla pasó su rodillo por Riazor y dejó la eliminatoria sentenciada con un algo exagerado pero justo 0-3. Riazor quiso recuperar su viejo orgullo de las gestas, pero ni los elementos ni el planteamiento ayudaron. A mayores, lució un tiempo espléndido todo el día hasta media tarde, cuando cayó la tormenta que rompió el lleno previsto y redujo los ánimos. Habrá que escribir una psicología metereológica).

jueves, 19 de abril de 2007

GOLES PARA TODOS

Somos egoístas. Recuerdo haber vivido en directo por la tele aquella obra de arte incomparable de Maradona contra Inglaterra en 1986. Al momento, fui consciente de ser testigo de algo que otros buscarían con dificultad en los telediarios o en el resumen del Mundial por la noche. Había algo de elección y orgullo en aquel éxito individual. Muchos oirían hablar del gol, pero para verlo tendrían que bucear por la cadena única, a ver si tenían suerte.

Ayer, Messi firmó otro tanto espectacular y sorprendentemente parecido al de Diego. Pero ahora el bombardeo mediático ha convertido en colectivo lo que antes poseía un sensacional toque de elección personal. Las teles, cientos de páginas de Internet, las pantallas de los gimnasios, los bares, los e-mails... en todas partes aparece Messi superando al Getafe. Es cómodo y accesible. Sin embargo, se ha perdido ese orgullo del elegido, el placer de haber acertado, algo que era como leer y admirar a García Márquez antes de que fuera popular. Suponía un pequeño pecado elitista, pero aportaba mucho. Porque si te lo dan todo hecho ¿para que desarrollar la capacidad de elegir? Y sin ella, sólo seremos los dóciles autómatas con los que muchos sueñan vernos convertidos.

lunes, 16 de abril de 2007

CARAJILLO DE GARRAFÓN

El robo del fútbol se consuma un poco más día a día. Ya pocas cosas sagradas quedan. Los derbis deberían ser una de ellas, pero tampoco se libran de la ola aburrida y previsible. Se comprobó en Balaídos el domingo, donde el Celta ganó por la mínima al Dépor haciendo lo justo ante un rival que no hizo nada. ¿El partido? una basura más. Pocas ocasiones, nula velocidad, escasa emoción... Lo de siempre. El ambiente, justo, muy justito para ser un clásico en el que uno de los conjuntos se jugaba la vida. Y es lo normal, porque casi nadie colabora en mantener el invento, al contrario. Importa un comino.

En el fútbol es básico mantener la tradición; experimentos los justos. Pero cuando la sociedad evoluciona por un lado, no se debe mirar para el otro sobre todo si no se toca lo básico. En el estado español, las costumbres grupales han variado mucho. Cuando el balompié se usaba como relajante social en los tiempos de la dictadura, la liturgia unía los partidos al mundo de la sobremesa española, eran momentos de carajillo o de copa de Soberano y meterse en casa antes de que la malvada noche pervirtiera a las masas. Ahora ya no es así, pero con la colaboración de las teles (responsables del horario) se mantiene el empeño de jugar a las cinco de la tarde del domingo, con la gente más pendiente de la siesta que de la fiesta, más dispuesta al bostezo que al ánimo. Y eso se nota y también se trasmite al césped. Que un derbi se juegue en ese horario es una forma de condena. Pero los que mandan parecen poco interesados en colaborar en el espectáculo. Deben de ser los únicos que no se percatan de la enorme diferencia ambiental que hay de un encuentro nocturno (a ser posible en sábado) a uno de tarde y modorra. Seguramente, será que ellos viven todavía en los tiempos del carajillo. Aunque los hayan prohibido en los campos, que esa es otra... Y es que con todo en contra, no se entiende que todavía nos extrañemos de tanto aburrimiento. Somos unos ilusos.

domingo, 15 de abril de 2007

CÓDIGO GENÉTICO

(Publicado hoy en La Opinión A Coruña)

EL ADN DEL APOCALIPSIS

Rodri Suárez

Es chocante que dentro del propio fútbol sean algunos de sus estudiosos los que más empeño pongan en negar los amplios aspectos que definen este deporte. Técnicos, jugadores e incluso directivos inciden a menudo en que sólo lo que ocurre en el césped (con sus tácticas y demás) determina la suerte de un equipo, aunque luego sean múltiples los factores que decantan las balanzas y las temporadas. Parece que les molestan las identidades, quizá porque chocan con la concepción nómada a las que les obliga su profesión. Pero al final, y sin negar la importancia de lo casi matemático o del genio individual, resulta que cada conjunto posee un código genético propio, una personalidad que siempre se gana un hueco en los planes de campaña. Por algo un buen hincha suele tener presente esa frase según la cual “pasan los futbolistas, los entrenadores o los presidentes, pero el club siempre permanece”.

Ejemplos de la importancia de la tradición en el presente de un equipo hay muchos. El Barcelona sabe que soportará tiempos bajos de lustro en lustro, y también es consciente de que sus éxitos sólo llegarán con la apuesta por el buen juego y algún puñado de manteca holandesa. Así ha sido siempre. El Real Madrid, por su parte, necesita sentirse superior para hacerlo efectivo. Es adicto a la cercanía del poder. Su elevada autoestima le hace notar que cuando falla es por error propio, nunca por acierto ajeno, y en caso de fracaso, esa carga suele provocarle una crisis de personalidad difícil de curar en espacios cortos de tiempo. Poco importa si entrena Valdano o Capello, si juega Camacho o Butragueño, sus urgencias son otras y de ellas dependen en gran medida sus resultados. Hay más casos, como el temblor constante del Atlético, siempre capaz de ahogar en sus remolinos a cualquier jugador de altísimo nivel, sea Kezman o Valerón. O el Valencia, donde el estilo sobrio en el juego es la única forma de sacar la cabeza entre los sudores de un entorno con tendencia al enfado instantáneo, quizá como reflejo de las contradicciones de una ciudad que aún no sabe si es referencia europea o simple capital de provincias.

En A Coruña, del Dépor se sabe que lleva en las venas sangre de superación, una capacidad para motivarse en noches difíciles en la que poco importa que pueda blandir un once de estrellas o de chavales que empiezan; los resultados suelen ser grandiosos igual, van en el espíritu. Inseparable del club también es la tendencia al conflicto extrafutbolístico, aquello que Irureta llamaba “salsa rosa” y que en más de una ocasión ha dinamitado la imagen de la entidad en el exterior. Otro factor eterno es la mezcla que depara éxitos, que siempre necesita un entrenador de carácter discreto (Arsenio, Jabo...) que cuente con varios jugadores de clase a su mando. Tal vez, así es también su ciudad, de fachadas muy brillantes que a veces tapan las limitaciones interiores.

Otro caso curioso es el de su rival de hoy y siempre. El Celta lleva en los genes la marca del apocalipsis inminente. La tradición obrera y sufrida de Vigo parece haber creado un halo de pesimismo victimista que le impide disfrutar de sus buenos tiempos. A la Champions le siguió un descenso, ahora la Uefa se acompaña de nuevos sufrimientos en la cola. Y en ambos casos, reacciones dudosas, como fue el fugaz paso de Radomir Antic, que recuerda bastante a la actual y algo frívola apuesta por Hristo Stoichkov. Y es que los celestes parecen llevar el ascensor tatuado. Poco importa que, como ahora, dispongan de una notable plantilla. Como en otros tantos clubes, les pesa más el ADN.

jueves, 12 de abril de 2007

COUSAS DE POR AQUÍ

(Publicado hoxe en La Opinión A Coruña)

CARÁCTER GALEGO

Rodri Suárez

Disecionar o xeito de seren dos galegos leva moito máis do que colle nunha columna. Pero como canon xeral, a norma define os habitantes deste Noroeste como xente reservada, retranqueira, traballadora, morriñenta e moi dada ao servilismo inda que perigosa cando estoupa. Trátase dunha definición chea de lugares comúns que, nalgúns casos, van camiño da extinción, pero como recurso rápido posúe verdade dabondo. Outra cousa é explicar a construción dese temperamento, mergullarse nas razóns que nos fixeron así. A máis inmediata (e moito menos espallada cá do carácter reverente) fala dunha forma de ser derivada da larga historia de represión que abrangue desde a "doma e castración" que emprenderon os Reis Católicos ata o xenocidio da guerra civil, pasando polo mal endémico do caciquismo. A ecuación pola que nada crea máis resignación que o sufrimento funcionou en Galicia. A resume o mítico "mexan por nós e dicimos que chove" de Castelao.

Pero os tempos traen progresos. Mantense certo servilismo e falta de autoestima, pero o cambio cara a mellor tamén resulta evidente en moitas facetas. O fútbol serve de exemplo. Non todo é pesimismo secular. Existe unha Galicia rebelde disposta a deitar tópicos. Non é de hoxe. Por exemplo, e xa que vivimos días de derbi, os Blues naceron hai dúas décadas. Un par de anos antes aparecera Iago Iglesias polo mundo.

A Coruña dos anos 80 tentaba recuperar o pulso histórico progresista despois dos vicios herdados da sua condición de involuntario balneario vacacional da corte franquista e do trauma da perda da capitalidade. No futbolístico mantiña a herdanza servil de rendirlle pleitesía a Barça e sobre todo Real Madrid mentres o Dépor se arrastraba por Segunda. A finais da década, ese colonialismo empezou a caer en desuso. Foi unha tarefa común na que destacaron xogadores como Fran, adestradores como Arsenio e directivos como Lendoiro, pero tamén siareiros como os Blues. Era nos institutos ou nos barrios onde resultaba máis extraño ser do equipo da casa. "Xa, pero despois do Dépor ¿que es, do Madrid ou do Barça?" era unha pregunta habitual na rúa. Os Blues foron dos primeiros en dicir que "de ningún". Aí tamén naceron os éxitos. Agora, non queren levalos a Vigo. A Galicia servil quedaría na casa, a dos Blues viaxará. Serán menos, pero seguro que estarán. Xa o fixeron outras veces. E, vale, irán derrotar a outros galegos... Lexítimo. Isto é fútbol. A trampa de endosar os males do país aos do Dépor por desexar a derrota do Celta ou aos do Celta por querer a do Dépor xa non cola. Iso era antes.

Como empeza a ser de antes a imaxe do galego resignado. Un mozo de Elviña arrastraba catro meses de inxustiza. Tivo media hora e marcou. Rebelouse para gañar. O seu exemplo é o camiño para Balaídos. Once como él. Como Iago, un deses moitos galegos indomables.

lunes, 9 de abril de 2007

COMUNISMO BLANQUIAZUL

Las espléndidas teorías marxistas han tenido una vida mucho menos iluminada cuando han entrado en contacto con la práctica. La experiencia rusa y de los países del este ya ha desaparecido, en China el sistema es mixto y en teoría sólo subsiste la ahogada Cuba, aunque cada vez más encaminada a la transición. Seguramente, las razones del fracaso residen en que nunca se ha aplicado un marxismo real, sino una dictadura de elites que enmascaraba la falta de luces con la excusa de la igualdad. "No hay diversión, pero sí justicia", venía a ser su lema.

En el fútbol pasa ahora algo muy parecido, curiosamente justo cuando su esencia se ha entregado con más ánimo al capitalismo. El espectáculo ha sido barrido del mapa, las grandes ideas que lo llevaron a lo más alto son traicionadas con empeño; sin embargo, eso sí, hay igualdad. Los expertos repiten una y otra vez que la Liga está que arde, olvidando siempre que sólo se ha extendido la pobreza creativa, todos parecidos pero en lo malo. Menos mal que queda la justicia. Poética, además.

En otro partido del bostezo, el Dépor batió al Nástic por un gol a cero. Prácticamente, lo único vistoso de los noventa minutos estuvo en el tanto coruñés, marcado por Iago, uno de Elviña. Llevaba meses sin jugar, despreciado por técnicos y directivos a pesar de su comportamiento intachable, su joven calidad y el enorme rendimiento que ofreció la temporada pasada. Ayer tuvo minutos. Y marcó un golazo de falta que valió tres puntos y enloqueció a la vacía grada. Debe ser el Dépor un equipo de viejo comunismo. No da espectáculo, pero sí brinda momentos maravillosos como el de ayer, impagables sonrisas de justicia.

domingo, 8 de abril de 2007

RESTOS OLÍMPICOS

(Publicado hoy en La Opinión A Coruña)

LO QUE QUEDA DEL 92

Rodri Suárez

El año 1992 fue de contrastes y, desde luego, un año histórico, si es que ese concepto existe más allá de la obviedad. La Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona simbolizaron el progreso democrático del estado español y le otorgaron una exitosa proyección internacional que pareció borrar definitivamente la gris herencia de la larga sombra franquista. Sin embargo, detrás de aquel innegable avance también hubo sus agujeros negros. Ese punto álgido significó el principio del final del gobierno de Felipe González, que murió de éxito y comenzó a abandonarse en los brazos de los casos de corrupción. También fue tiempo de protestas por la conmemoración del Quinto Centenario del descubrimiento de América, que dejaron al descubierto los horrores del genocidio indígena. Detrás de las obras que acondicionaron Barcelona surgieron las pistas que luego hincharon la ahora omnipresente burbuja inmobiliaria. Y también avergonzaron los tristes métodos usados para limpiar la Ciudad Condal de maleantes que eclipsaran el efecto maquillaje. Fue un triunfo social con trampa. Quien mejor lo definió fue el sensacional humorista Ivá, que se burló de la icónica imagen del pebetero encendido con una flecha lanzada por un invidente asegurando en sus viñetas que "lo único que hicieron fue darle a un botón". Parecía una herejía , pero unos cuantos años después se descubrió que esa fue la realidad.

En lo deportivo, Barcelona 92 supuso un importante salto de calidad. El equipo español obtuvo una relevante cosecha de medallas, entre ellas la de Oro en fútbol. Pero resulta que el balompié es competición residual en unos Juegos. Por lo tanto parecía aquel momento un perfecto punto de partida para que el deporte hispano abandonara el monocultivo futbolístico y desplegara un auténtica pasión por otras modalidades, a semejanza de lo que ocurre en países de primera como Estados Unidos, Francia o Inglaterra, todos ellos caracterizados por llenar estadios en tres o cuatro disciplinas, no sólo en una como pasa aquí. Pero no. Han pasado tres lustros y el fútbol mantiene su dictadura. Lo demás sólo interesa cuando gana Induráin, Nadal, Alonso o Gasol. En caso contrario, es una pequeña nota a pie de página mientras las molestias del delantero de turno ocupan varias planas por petición popular.

Las contradicciones del 92 también alcanzan a los dos jugadores que aún siguen hoy en activo de los 22 que se colgaron el Oro en el Camp Nou. Uno es Santiago Cañizares, buen portero y amigo de los tintes y cierta prepotencia típica entre los rosas futbolistas de esta época. El otro pisa hoy Riazor. Y no usa productos para el pelo simplemente porque no tiene. En él no hay rastro del glamour endiosado del que fue su compañero en la Villa Olímpica. Pero su carrera es todo un ejemplo de profesionalidad y trabajo, silencioso pero efectivo a su nivel. Se llama Antonio Pinilla. Juega en el Nàstic de Tarragona.

El mediapunta, de 36 años, sigue siendo uno de los futbolistas de más calidad del modesto conjunto catalán a pesar de que las evidencias físicas limitan sus minutos. Sin embargo, hace bueno el tópico de que "el que tuvo retuvo". Lo vio el Dépor en el choque de la primera vuelta, cuando sus entradas en el área pusieron en más de un aprieto a los de Caparrós, que acabaron pidiendo la hora en casa del colista.

Sin embargo, no fue la digna trayectoria de Pinilla tan reluciente como la de sus amigos de la generación del 92. No ha alcanzado los éxitos de Kiko, Guardiola, Luis Enrique, Amavisca, Manjarín o el propio Cañizares. Debutó en el Barça, pero pronto tuvo que emigrar y pululó por Mallorca, Albacete o Tenerife hasta llegar a Tarragona, donde lleva ya seis años. Su oro no brilla tanto como otros. Quizá es demasiado discreto, tal vez no sean estos tiempos para los amantes del rock alternativo y la ópera, como él, tipo interesado en la política, algo poco corriente en ese reino de la Play Station que son los vestuarios. Son las injusticias del perfil bajo. Por fidelidad a él, Pinilla evita convertirse en otro Salva u Oleguer y se niega a hablar de su ideología en público. Si lo hiciera, es posible que tuviera mucho que decir de las sombras de su querido e histórico1992.

miércoles, 4 de abril de 2007

HUERTAS DE MCDONALD'S

Muchas son las simulitudes entre Galicia e Irlanda, algunas reales y otras exageradas en busca de vínculos o referencias. Entre las menos engañosas destacan la vegetación y el clima, sobre todo mientras los efectos de su cambio no acaban con él, que camino van. Eire hace gala a su denominación de isla verde, menos montañosa y arbolada que el noroeste peninsular pero sí regada también por constantes lluvias y vientos atlánticos. Entre otras muchas cosas, en tierras irlandesas el viajero puede sorprenderse de la enorme cantidad de campos de juego que pueblan los bordes de los caminos. Se usan para el balompié, el rugby y sobre todo para los deportes gaélicos, football y hurling. Y todos, absolutamente todos, son de hierba natural, como no podía ser de otra manera.

Al regresar a A Coruña, una de las primeras visiones a las que se accede en la apresurada Avenida de Lavedra (realmente A Vedra, pero la bobada traductora es muy amiga de la barbaridad) es la de un campo de fútbol en obras, el llamado de la Leyma porque allí se situaba hace tiempo una fábrica lechera. Al igual que en otros muchos recintos de la ciudad y de la Comunidad, se somete al escrutinio de las escavadoras debido a la implantación de hierba, que poblará lo que antes era tierra. Desde hace décadas, la verde Galicia juega al fútbol juvenil o modesto en campos sin pradera. Ahora eso cambiará. Lo harán sobre césped.... artificial. Se ve que es mejor negocio instalar alfombras que cuidar la superficie natural. Como si esto fuera Canarias. Bueno, en la costa ya están logrando ser el Mediterráneo. Y así nos va. Mientras países orgullosos como Irlanda mantienen, más o menos, la lógica, aquí cunde la vaga comodidad y el feísmo. Aunque también tiene su normalidad. Puesto que ya la vieja y telúrica comida está siendo sustituida por la de plástico, también puede parecer procedente que ocurra eso con los campos. Y con los montes, que así hasta habría formas de evitar que ardieran con sólo crear árboles tapices ignífugos... Es el futuro, amigo. Y el reciclaje. Una vez gastada, la hierba artificial usada para el fútbol infantil podrá usarse todavía como lechuga en las hamburguesas de McDonald's. Cuando eso ocurra, unos cuantos estaremos ya en la Patagonia. O en Irlanda.