
Pero quizá Arbeloa sólo cumpla durante otra temporada más en Anfield y después vuelva a España a jugar en algún equipo de categoría medio-alta. No es tan descabellado pensar que pueda ser así. No es ningún crack y lo mismo le pasó, por ejemplo, a Nuñez y Josemi. Ganaron una Copa de Europa desde un perfil decente, sin embargo ahora forman parte del pelotón, sin estrellato. Su gloria va camino de ser un recuerdo familiar, no un hito popular. Y duele que sea así. Porque se va perdiendo la excepcionalidad. Antes, jugar en el Liverpool o similares era algo único, al alcance de unos pocos elegidos. Ahora, da la sensación de que cualquier jugador joven que hoy anda por la zona baja de Segunda puede ser titular dentro de un año en la final de Champions. Un peligro. Ese es el camino más rápido para acabar con los héroes.
En fútbol, determinadas cotas necesitan muchos méritos. Existen unas leyendas que cuidar. Y ante ellas no todos los futbolistas poseen el mismo derecho. Hay desigualdades. Y ellas son otra de las cosas en las que el fútbol es como el mundo, aunque en este caso con razón. La pena es que tanto ímpetu igualitario no llegue a la vida a diario y sí a donde no debería hacerlo.
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