
El fútbol es una actividad fundamentalmente simple. No obstante, se ha rodeado de una enorme complejidad sazonada de tácticas, sentimientos, economía, política, física, etc... Todo a pesar de lo primitivo de sus valores, que lo ponen al alcance de cualquier niño incapaz aún de caminar con rectitud. ¿Por qué se ha enrevesado tanto? Por su grandeza. Y también porque se trata de un invento inglés. Se explica con una doble cita.
El sensacional periodista catalán Enric González acaba de ver reeditado su libro 'Historias de Londres'. Tan imprescindible como 'Historias de Nueva York'. Y muy explicativo. Si el fútbol es la gran aportación británica al mundo moderno, las complicaciones que lo acosan no podían escapar a la peculiar idiosincrasia de los habitantes de las islas. Lo importante para ellos es hacer todo muy tortuoso. En sus crónicas, González describe el carácter londinense (el inglés referencial) con una nota sobre las denominaciones de las calles que encontró en el libro 'How to be a Brit' de George Mikes: "Se da un nombre distinto a la calle en cuanto haga la menor curva; pero si la curva es tan pronunciada que crea realmente dos calles distintas se mantiene el mismo nombre. Si por error, una calle ha sido trazada en línea recta, debe recibir muchos nombres. (...) pero por si alguien aún consigue orientarse bajo esas circunstancias, son necesarias algunas precauciones adicionales. Hay que llamar a las calles de muchas maneras: street, road, place, mews, crescent, avenue, rise, lane, way, gate, terrace, hill...". Pues eso. Inseminado por gente así, cómo no iba a ser trifurcado un simple deporte de pelota. Mucho mejor. Se lo debemos. En pleno siglo XXI, el fútbol es el auténtico Imperio Británico.
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