martes, 11 de septiembre de 2007

BICIS DE GALICIA

En medio de la indiferencia general se sigue disputando la Vuelta a España, que este año comenzó en Galicia. Y, como en representación de un hecho diferencial, ha sido esta comunidad la única que se ha volcado con la competición, sumida desde hace años en un desnivel llevadero pero continuo, de difícil solución en vista de la crisis universal que sacude a un deporte ensuciado por el doping, trampa que ha golpeado de lleno su poder más seductor: la épica del esfuerzo sobrehumano, ahora sospechoso de artificialidad. Sin embargo, las cunetas de Galicia se poblaron de personas que querían ver pasar eso que antes se conocía como "serpiente multicolor". Después, al llegar a Asturias, la cima de los históricos Lagos de Covadonga estaba casi desierta. Porque es ahí donde se mide la pasión por el ciclismo. En los esfuerzos de sus seguidores. Como los de los vascos, capaces de recorrer kilómetros de ascensiones para colorear de naranja (los colores del Euskaltel) los montes de los Pirineos. Allí el ciclismo mantiene su dignidad popular, pero es la excepción, en otros lugares se han cansado y desertan. ¿En Galicia? Crece tímidamente la afición gracias a fenómenos como Óscar Pereiro o la creación de un equipo profesional, pero que nadie se engañe. Si la gente se echó a las calles es porque las villas del Noroeste galaico siguen sedientas de algo que les saque de ese aburrimiento vital que las está despoblando. Cuando se les da, se entregan. Ojalá ocurra más veces. Y con cosas más importantes.

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