miércoles, 15 de agosto de 2007

EMBAJADORES MUDOS

A nadie se le escapa que si Luis Suárez (único jugador español con el Balón de Oro en su poder) no hubiera completado la mayor parte de su carrera en Italia, ahora sería un ídolo referencial del conglomerado mediático del fútbol español. Pero mientras medianías son tratadas con fervor apostólico, el gallego apenas es recordado. Y es que para buena parte de la españolidad, todo aquello que triunfe lejos de su patria es ignorado o considerado como menos propio. Se percibe a día de hoy. En la Premier británica lucen futbolistas que sin embargo apenas calan en el mundillo ibérico. Los dos ejemplos más claros son Cesc y Arteta, justos ídolos en las Islas que en el estado español reciben ese trato de simple promesa que sugiere la desconfianza bocazas del que piensa que "habría que verlos en nuestra Liga". Ellos mismo parecen hartarse de esa situación, como deslizó el catalán en 'El País' el pasado lunes. Aunque ahora cuentan con un nuevo aliado: la Premier ha pasado a emitirse en abierto por La2. Ayer, la primera parte del Tottenham-Everton dejó un par de lecciones: 1) aquello es otro espectáculo. 2) Arteta vertebra a todo los Blues a su alrededor con maestría. Pero para la selección ni cuenta. Porque así es lo peor de España. Un lugar que muchos consideran el centro del mundo ("mira si será malo el resto que cuando quieren pasarlo bien se vienen aquí", dicen los cazurros) aunque luego la realidad lo relegue a los cuartos de final o a la palmadita vergonzosa de George. Dos caras de lo mismo: el discurso de la superioridad como antidoto ante los complejos.

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