miércoles, 4 de julio de 2007

25 AÑOS DE ESPAÑA'82 (II)

Todas las grandes culturas futbolísticas tienen su antihéroe, aquel llamado para la gloria que se quedó a un paso, aquel que la abrazó para abandonarse en sus brazos. Los síntomas hablan de desprecio popular, suicidios, autodestrucción adictiva, soledad final... características muy semejantes a las de cualquier juguete roto de otro ámbito, de la literatura por ejemplo. El caso más conocido es el de Moacyr Barbosa, el portero brasileño que encajó los dos goles del dramático 'maracanazo' que impidió el triunfo local en Brasil'50 y que fue ignorado y culpado por su país hasta el último de sus días. España también tiene su Barbosa, a un nivel menor pero igualmente duro porque la derrota también se convirtió en un drama humano. José Emilio Santamaría fue el seleccionador de España en el 82. Firmó un tremendo fracaso. La prensa, la afición, todos los estamentos futbolísticos le culparon del fiasco. Y, como él reconoce, se dejó ir. Abandonó el fútbol para siempre y pasó seis años inmerso en sombras personales. Pero su caso, al contrario del de los antihéroes de otros lugares, sigue siendo un gran desconocido. No hay libros que lo hayan instalado en el imaginario popular, incluso como forma de homenaje. Eso puede darse en Brasil. Pero no en una España con históricos y exagerados aires de grandeza que se ha acostumbrado a negar y esconder a los perdedores, sin ni siquiera concederles el mérito de ser una buena historia triste.

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