lunes, 16 de abril de 2007

CARAJILLO DE GARRAFÓN

El robo del fútbol se consuma un poco más día a día. Ya pocas cosas sagradas quedan. Los derbis deberían ser una de ellas, pero tampoco se libran de la ola aburrida y previsible. Se comprobó en Balaídos el domingo, donde el Celta ganó por la mínima al Dépor haciendo lo justo ante un rival que no hizo nada. ¿El partido? una basura más. Pocas ocasiones, nula velocidad, escasa emoción... Lo de siempre. El ambiente, justo, muy justito para ser un clásico en el que uno de los conjuntos se jugaba la vida. Y es lo normal, porque casi nadie colabora en mantener el invento, al contrario. Importa un comino.

En el fútbol es básico mantener la tradición; experimentos los justos. Pero cuando la sociedad evoluciona por un lado, no se debe mirar para el otro sobre todo si no se toca lo básico. En el estado español, las costumbres grupales han variado mucho. Cuando el balompié se usaba como relajante social en los tiempos de la dictadura, la liturgia unía los partidos al mundo de la sobremesa española, eran momentos de carajillo o de copa de Soberano y meterse en casa antes de que la malvada noche pervirtiera a las masas. Ahora ya no es así, pero con la colaboración de las teles (responsables del horario) se mantiene el empeño de jugar a las cinco de la tarde del domingo, con la gente más pendiente de la siesta que de la fiesta, más dispuesta al bostezo que al ánimo. Y eso se nota y también se trasmite al césped. Que un derbi se juegue en ese horario es una forma de condena. Pero los que mandan parecen poco interesados en colaborar en el espectáculo. Deben de ser los únicos que no se percatan de la enorme diferencia ambiental que hay de un encuentro nocturno (a ser posible en sábado) a uno de tarde y modorra. Seguramente, será que ellos viven todavía en los tiempos del carajillo. Aunque los hayan prohibido en los campos, que esa es otra... Y es que con todo en contra, no se entiende que todavía nos extrañemos de tanto aburrimiento. Somos unos ilusos.

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