En esta época de dictaduras estéticas un joven triunfador siempre va a tener prioridad sobre un viejo campeón resistente. Poco importa que el niño en cuestión viva en una burbuja y presente los peores síntomas del insoportable mimado; si es guapo, rico y ganador será ídolo popular por decreto y gozará de una asfixiante presencia mediática. Fernando Alonso y Rafael Nadal son los referentes actuales de este agraciado y endiosado sector. No todos corren esa suerte (con innegable mérito deportivo) otorgada a dedo. Javier Castillejo ronda los cuarenta años. Es boxeador, la disciplina más dura de todas las olímpicas. Cuando el tenista balear o el piloto asturiano eran un proyecto de vida él ya estaba en la elite. Y ha aguantado ahí luchando contra los elementos. Un ejemplo. Hoy pelea en Alemania para defender su título del mundo del peso medio. Pero ni una sola televisión de las decenas que hay en el estado español ofrecerá en directo su combate. Su mérito no es televisivo según las creencias de los que mandan. Es 'viejo' y no suda chispitas de Rolex. Su deporte es símbolo de barrio. Por lo tanto, no interesa. La vara de medir no es la misma para todos. Las diferencias de clase son ahora de imagen. El mundo se divide entre los que salen en la tele y los que no. Y los dueños de ese filtro siempre ejercen en base al derecho de los poderosos, no a criterios reales. Contra las quejas siempre contestan tachando al rumor discrepante de palabrería antigua de héroe proletario. Dicen que es demagogia. La palabra que usan para tapar la injusticia.
1 comentario:
Estaría bien que recuperases en este blog un artículo sobre el boxeo que publicaste en La Opi en aquellos tiempos en que os dejaban la página dos a los redactores. Alguien que conocí lo había recortado y lo llevaba siempre encima. Así, cada vez que le preguntaban "Pero cómo te puede gustar el boxeo?", sacaba la cartera, lo desdoblaba y respondía: "Léelo". Creo que estaba pensando en plastificarlo...
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