(Publicado ayer en La Opinión A Coruña)
EL QUE RÍE ÚLTIMO
Rodri Suárez
El Superdépor no fue el único fenómeno novedoso que vivió el fútbol español en la primera mitad de los años noventa. Aquellos tiempos también estuvieron marcados por el desembarco de las televisiones privadas, que trajeron consigo dinero, descodificadores y... burlas. La larga etapa monolítica del Estudio Estadio dejó paso a un variado cultivo visual que incluyó también el humor en su versión más irreverente. La parodia televisiva era hasta entonces un campo reservado a políticos y cantantes, pero la diversidad de ofertas amplió el abanico hasta los rectángulos de juego. De repente, jugadores, entrenadores y directivos se vieron caricaturizados sin piedad a manos de diversos humoristas, con unos llegados de Cataluña al mando de la tendencia. Los lideraba Alfonso Arús y triunfaban en radio por las mañanas y en televisión los lunes por la noche, en un programa que llamaban Al Ataque. Revolucionario en su tiempo (y germen involuntario de alguno de los elementos freaks que después capitalizaron la telebasura) por él aparecían el venerable anciano Di Stéfano convertido en un pelele de chándal que repetía la coletilla “la, la”; Jesús Gil vestido de tragón insaciable en busca de “piulpo” si su próximo rival era gallego y muchos más, la mayoría sobradamente populares. Con una excepción. En medio de tanto nombre ilustre se hizo un hueco el que por entonces era el portero suplente del Sevilla. Un anónimo llamado Ramón Rodríguez aunque conocido como Monchi. Los imitadores (en base a un desliz aislado) la tomaron con él dibujándolo como un pobre ignorante de feria que aún por encima se consideraba a sí mismo como una eminencia. Las parodias eran demoledoras y a veces descacharrantes. Sin embargo, tenían poca visión de futuro. En la actualidad, aquel desgraciado portero de banquillo es uno de los más valorados secretarios técnicos del fútbol mundial y además el auténtico constructor del mejor equipo de 2006, el Sevilla, ese en el que nunca logró ser titular pero que ahora dirige desde los despachos hacia un histórico triplete que pasa hoy por su choque de Copa ante el Dépor.
No debía ser tan inútil Monchi en su época de jugador. Por lo menos, demostrado está que de fútbol cogió recortes. Su sensacional ojo para los fichajes en base a los míticos conceptos de “bueno, bonito y barato” han resultado fundamentales para que, junto a la valentía y el trabajo con la cantera, los hispalenses resurgieran desde su monumental crisis de 2000 hasta el dulce instante que atraviesan ahora. Caparrós, adversario esta noche, también tuvo mucho que ver en la ejemplar remontada. Ambos mantienen todavía una estrecha relación que también comparte nombres de mercado, como se vio el pasado verano con Cobeño, prometedor guardameta por el que pujaron Dépor y Sevilla y que acabó en el Pizjuán.
No se entiende la gran trayectoria del equipo de Juande sin la profundidad de plantel que le permite luchar en tres frentes ni esa plantilla sin el ojo clínico de Monchi. Alves, Poulsen, Palop o Kanouté son algunos de los ejemplos que prueban la valía del ex portero reserva. También acumula gestiones menos brillantes (Makukula, Jesuli...), pero su peso es menor en comparación a los éxitos. Por algo, también ahora Monchi está en el punto de mira de los movimientos de mercado. El Valencia lo quiere en sus despachos a partir de junio para suplir al incendiario Carboni. No está nada mal para haber sido una diana. Pero de guiñol ha pasado a referente, incluso para el Deportivo. Lendoiro sueña con trasladar a A Coruña las soluciones que hicieron resurgir al Sevilla. Como Monchi, quiere ser el que ríe el último, el que ríe mejor. Es un deseo. Y también una necesidad.
(El Sevilla pasó su rodillo por Riazor y dejó la eliminatoria sentenciada con un algo exagerado pero justo 0-3. Riazor quiso recuperar su viejo orgullo de las gestas, pero ni los elementos ni el planteamiento ayudaron. A mayores, lució un tiempo espléndido todo el día hasta media tarde, cuando cayó la tormenta que rompió el lleno previsto y redujo los ánimos. Habrá que escribir una psicología metereológica).
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