jueves, 10 de mayo de 2007

HIMNOS A CIEN

Los dolores en el orgullo provocan exageraciones. Buena parte de la afición deportivista abandonó su estadio después del 0-3 de la ida de la semifinal copera ante el Sevilla dominada por tal grado de humillación que no dudó en utilizar la ironía como doloroso punzón. "Estarás contento con tu equipo en la final" le espetaron a Caparrós a la salida del vestuario, frase a la que el técnico respondió con histeria e incidente. Al día siguiente, el utrerano pidió disculpas sin focos por medio. Y digirió la lección. La lógica sincera de su sevillismo tenía estos peligros. Desde entonces, y no parece casualidad, su comportamiento en la banda de Riazor resulta especialmente apasionado. Pero está por ver cómo actuará esta noche en su querido Pizjuán.


Muy mal se le tendrían que dar las cosas a los hispalenses para verse eliminados por el Dépor. Por lo tanto, el sevillismo espera celebrar hoy su acceso a la segunda final de la temporada después de la de la Copa de la UEFA. Fiesta. Cánticos. Sonará el himno de su Centenario entonado por unas 40.000 gargantas. Las malas lenguas dicen que esa fue la canción que utilizó Caparrós para motivar a sus chicos cuando visitó al Betis. Él lo negó, aunque sí reconoció haber pinchado temas de sus autores, El Arrebato. Hasta ese punto llegaba el mestizaje entre sevillismo y deportivismo que abanderó hasta el infausto encuentro de ida. Una actitud asumible en vista de las magníficas relaciones entre los dos clubes y su gente, pero que poco a poco se fue cargando de un tono confuso y de suplantación que también abrió otra vía, la comparativa. Y es que Sevilla y Dépor comparten tiempos de Centenario ampliado. Con sabor muy distinto en ambos casos. Y no sólo en lo futbolístico.



En el plano social, la celebración del siglo sevillista se ha convertido en un referente. La implicación de los aficionados ha estado presente a lo largo de estas dos temporadas, logrando hitos tan importantes como el récord de ventas del himno compuesto por El Arrebato, de una calidad musical y sentimental bastante digna sobre todo en función a lo habitual en los terrenos musicales del fútbol español, todavía ligados al "a por ellos", "somos los mejores" y demás tonterías. El último ejemplo se encuentra en la acera contraria al Sevilla, donde un sector del beticismo (que también cumple la centuria) intenta provocar el éxtasis popular con la Sevillana del Guau Guau, dedicada a Hugo, el perro de Lopera, famoso al parecer por su fervor cuando ve los partidos verdiblancos por televisión. La equivalencia con himnos de auténtica cultura futbolística como el evidente You´ll Never Walk Alone del Liverpool resulta simplemente sonrojante.


Y es que lo que ocurre alrededor de una pelota no se puede entender en toda su dimensión sin la vertiente melódica de las gradas. Los históricos éxitos del Centenario sevillista se deben también al carácter que impone su canción. Las bandas sonoras nunca son una anécdota. Hasta su ausencia resulta significativa. Los festejos por el siglo deportivista han sido de rango menor a pesar de la indiscutible emoción que provocaron algunos de ellos. Pero en A Coruña no se han visto banderas por las calles y menos en el Ayuntamiento. Se ha infrautilizado la camiseta conmemorativa. Y a pesar de la gran tradición musical gallega, el Centenario blanquiazul ha transcurrido sin himno. Desde el club se apuntó esa posibilidad y hasta se deslizaron nombres como el de Susana Seivane. Sin embargo, la dejadez o la imposibilidad silenciaron la fiesta. Y en fútbol hay pocas cosas peores. Porque son los triunfos los que hacen grande a un club, pero son los cánticos de su pueblo los que lo hacen eterno.

1 comentario:

garcdc dijo...

No es comparable la pasión inglesa con la que existe en la liga española a la hora de seguir o ser de un club.
Sencillamente porque en la liga española no existe esa pasión como colectivo. Hay casos puntuales como puede ser el del Athletic o Sevilla en estos momentos, en el que sí podemos verla.
Esa pasión por el Depor no la veo en A Coruña.
Ser de un equipo, como nosotros somos del Depor, implica estar ahí, recordar buenos y malos momentos, cantar y llorar con él, defenderlo por encima de todo, criticarlo, tener presente que todos los que en algún momento han tenido que ver con el club, son los que lo han hecho ser como es hoy. Saber que van a existir situaciones criticas, presidentes malos, buenos, regulares, entrenadores de todas las clases, defensivos, ofensivos, fríos, calientes, implicados y no implicados, pero lo que perdura de una sociedad a lo largo de todas su historia, somos nosotros, el pueblo, los sufridores.
Nosotros nada tenemos que ver con las luchas de élites de una ciudad como la nuestra que se despellejan para ver quien es más listo, quién tiene más poder, quién se hace con el juguete que más queremos.
Porque eso es como sentimos a un equipo.
Es mi juguete (y el de muchos) desde niño, el que más dura, porque dura para siempre.
Hay seguidores, a los que nos encanta dejarnos la garganta, disfrutar, incluso cuando perdemos, de la comunion con nuestra pasión en blanco y azul.
Esos son nuestros colores. Y siempre lo serán.
Primera, Segunda, Segunda B, Tercera... No importa.
Es muy fácil, ver que tu equipo está perdiendo, o que baja su nivel futbolístico y desentenderse, marcharse mediada la segunda parte, silbar, dejar de ir al campo...
Jamás lo he visto en Inglaterra. Jamás en Escocia.
¿Dónde está un Celtic Park? ¿Dónde un Anfield? ¿Un Old Trafford? ¿o un simple The Den, Molineux o Loftus Road?
Yo quiero eso para mi club.
Y esto no es un comentario en el que diga que no se puede criticar lo que se hace mal en el equipo. Hay muchas cosas que se hacen o se han hecho mal, por parte de todos. Y el entorno también hace cosas mal. Todo ello perjudica a nuestro equipo.
Todavía no sé a qué viene esa lucha de "clases" coruñesas, que parece perseguir destruir el juguete, solo para contentar a su ego.
No siento eso en Inglaterra, donde existen directivas y entornos que tienen los pies en la tierra y se dan cuenta, a pesar de ser sociedades privadas de que lo más importante es la felicidad de muchos ciudadanos, y no su placer personal.
Al final siempre permaneceremos los aficionados.