(Publicado hoy en La Opinión de A Coruña)
LA HINCHADA ELECTORAL
Rodri Suárez
Las relaciones entre fútbol y política pueden ser de dos tipos. La primera está muy extendida, aunque a veces se quiera convertir en invisible, y de ella derivan rivalidades como la que ayer enfrentó a Barça y Real Madrid, encuentro convertido desde hace mucho tiempo en un duelo entre el catalanismo y el españolismo, con todo la injusticia que ello acarrea para los seguidores blancos o blaugranas que no se identifican con esas ideas. Pero manda la mayoría o la simbología, y ellas han convertido en realidad esa consideración. Por otro lado, está la vertiente más pura e inmediata, aquella en la que política y balompié se dan la mano o se rechazan de una forma más local y concreta. En A Coruña, con el eterno pleito entre Deportivo y Ayuntamiento, el tema es conocido. También en ciudades cercanas como Oviedo o Vigo. Se cuenta que en una ocasión se encontraron los regidores de estas dos ciudades y durante una charla trivial el asturiano aconsejó a la gallega que “se metiera en todo menos en el fútbol”. Lo afirmaba basándose en el gran rechazo social que provocó su apuesta por un Oviedo artificial mientras se hundía el de toda la vida. Las hinchadas son un importante y muy ruidoso cuerpo electoral. Lo saben los gobernantes, aunque en distintas escalas. El último en despertar a esa problemática ha sido Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid. Su quebradero de cabeza es la afición del Atlético de Madrid, rival del Dépor esta tarde.
La colchonera es una masa que siempre ha presumido de popular hasta llegar al límite de hacer de su papel oprimido una seña de identidad, lo que ha generado un conformismo victimista que muchas veces ha sido el principal freno del club. En ese imaginario, la preferencia de las elites por su eterno rival blanco es uno de los temas centrales. Los acontecimientos parecen empeñados en darle la razón al pueblo rojiblanco. El último episodio entronca con las múltiples y muy parodiadas obras con las que el Ayuntamiento de Gallardón ha sembrado Madrid. La remodelación de la M-30, que pasa por debajo de la tribuna del Vicente Calderón, ha convertido en una sacrificada odisea el acceso de los seguidores atléticos a su propia casa. Las peñas ven detrás de tanta barrera una oscura mano gubernamental interesada en trasladar el club al estadio de La Peineta, algo ante lo que la mayoría está en contra.
La asistencia al campo ha descendido bastante en los últimos meses, algo que suena a herejía para una afición que fue capaz de responder de forma multitudinaria a los dos años en Segunda. Lo que pasa es que llegar al Calderón es una odisea. Hay que superar vallas, barrizales, los buses de las peñas son estacionados a cientos de metros y al otro lado de la M-30, no hay aparcamientos particulares, los atascos son crónicos y el transporte público no ha incrementado sus efectivos para paliar los inconvenientes. Por todo ello, las agrupaciones rojiblancas convocaron un acto de protesta contra el consistorio hace tres semanas. El equipo de Gallardón se puso “a su disposición” inmediatamente. Hay mucho en juego. En poco tiempo son las elecciones municipales. Sin embargo, las soluciones son complejas. Sobre todo si se atiende a las sospechas de los seguidores colchoneros. “El Ayuntamiento mantiene las penurias para que ir al Calderón sea cada vez más incómodo y obligarnos a la masa social a aceptar la mudanza a La Peineta”, señalan. Con esa operación se liberaría suelo y encontraría una razón de existencia el estadio público. Pero las hinchadas son raras y rebeldes. Además votan. Lo sabe Esperanza Aguirre, rival de Gallardón dentro del PP madrileño. En medio de la actual tormenta se ha dejado fotografiar sobre el césped del Calderón con una rojiblanca camiseta. Ya se sabe que a río revuelto, ganancia de pescadores. Río Manzanares, en este caso.
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